
“Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana” De esta forma se refirió Fidel a Melba y Haydée en su alegato de autodefensa “La Historia me absolverá”. Ellas fueron las únicas mujeres que participaron en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Aunque al principio se había decidido que no participarán en el asalto, finalmente fueron incluidas como enfermeras. Fueron arrestadas y torturadas; como el resto de los revolucionarios. A Haydée (Yeyé) le mostraron el ojo ensangrentado de su hermano Abel, le contaron como habían matado a su novio Boris Luis Santa Coloma y aún así ambas permanecieron firmes; salvando la dignidad de los revolucionarios, en especial de las mujeres.
Fueron condenadas a siete meses de prisión y trasladadas a la cárcel de mujeres de Guanajay; desde donde siguieron manifestándose contra la tiranía batistiana. El 20 de febrero de 1954 fueron puestas en libertad y continuaron desarrollando múltiples tareas en apoyo a la causa revolucionaria.
En junio 1954 Fidel les encomienda a través de una carta buscar los recursos para imprimir su alegato de autodefensa “La historia me absolverá”.
El 26 de julio de 1954, protagonizaron una manifestación reprimida por las fuerzas policiacas de la dictadura en el cementerio de Colón. Jugaron un papel fundamental en la contienda revolucionaria; luchadoras incansables de la clandestinidad y también combatientes del Ejército Rebelde.
Tras el triunfo revolucionario de 1959 desempeñaron importantes cargos y funciones. Hoy sus restos descansan en nichos contiguos junto a sus compañeros caídos en la gesta del Moncada, en el Panteón de los Mártires del 26 de julio, del cementerio Santa Ifigenia. De ellas Fidel expresó: “Así eran Melba y Haydée: mujeres de fuego y miel”.
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